El día
jueves 13 de mayo del año 2013 fue mi primer día de clases, pero esta vez
frente a más de 40 alumnos.
Estuve
puntual en el colegio, sonó el timbre y subí las escaleras pasando por el
pasillo buscando el aula, los chicos gritaban, se tiraban papelitos parecía una
guerra, me sentí totalmente extraña y así con nervios llegue al aula los salude y les comente mis expectativas para con
ellos y hubo una frase que me salió, como
quien dice, del alma, le dije “necesito que ustedes me ayuden a poder
llevar adelante estas expectativas y así poder concretar la práctica”,
significo mucho para mi esta frase ya que precisamente no les estaba pidiendo
que se porten bien o que diciéndoles que soy muy exigente con la entrega de
trabajos prácticos, sino que les pedía ayuda, cooperación de cada uno ya que
hoy en día la docencia no es una tarea fácil y te das cuenta de eso en la práctica.
Luego
de exponer la clase y dictar las actividades un alumno empezó a llamar
¡profesora!, ¡profesora!, yo no me daba cuenta pero era a mí a quien llamaban,
esa fue la primera vez que me decían profesora; no terminaba de comprender en que
me había metido, lo digo en el buen sentido. Fue sin duda una experiencia
inolvidable.